Numerosas organizaciones y entidades realizan estimaciones sobre la letalidad de la contaminación del aire. Y aunque es difícil conocer la cifra exacta, sí que podemos hacernos una idea de la gravedad del asunto. Recientemente, se ha reconocido de manera oficial la primera muerte por contaminación. Un hecho que rubrica la necesidad urgente de reducir la contaminación atmosférica.
Reconocida la primera muerte por contaminación
Por primera vez y de manera oficial, se ha reconocido la fatal relevancia que la contaminación atmosférica ha tenido en la muerte de una persona. Ha sucedido en Reino Unido, en concreto, en Londres, el pasado mes de diciembre de 2020. El Tribunal Forense de Southwark dictaminó que la contaminación del aire contribuyó al fallecimiento de la niña de nueve años Ella Kissi Debrah en 2013.
El motivo de la muerte, según la sentencia, se debió a insuficiencias respiratorias derivadas de la exposición a la contaminación. Antes, la pequeña estuvo ingresada en el hospital varios días por complicaciones respiratorias. Desde hace mucho tiempo, diferentes organizaciones internacionales alertan del riesgo de este riesgo de la contaminación.
Porque no solo afecta al medio ambiente, sino también a nuestra salud. Si nos encontramos en una zona con una elevada contaminación del aire, acabamos respirando esas partículas contaminantes y sufriendo sus consecuencias.
Estimaciones de la letalidad de la contaminación
Ahora, con este reconocimiento, se ha certificado por primera vez la relación entre la muerte de una persona y la contaminación. No obstante, son numerosos estudios e informes los que llevan décadas relacionando la muerte de miles y miles de personas en todo el mundo con esta problemática.
Por ejemplo, el informe ‘La calidad del aire en Europa’ que elabora anualmente la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA). En el último informe, el de 2020, la AEMA asegura que al año se producen más de 400.000 muertes prematuras a causa de la polución en el continente europeo.
Un problema del que nuestro país no es ajeno. En dicho informe de la AEMA, también se recoge que más de 31.600 de las muertes prematuras se producen en España. Desde luego, son cifras espeluznantes por sí mismas, pero se convierten incluso en más alarmantes si atendemos al cómputo mundial.
Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente siete millones de personas mueren anualmente por la exposición a la contaminación. Y aunque la propia OMS asegura que los países trabajan por revertir la situación, esta sigue siendo de gravedad extrema: nueve de cada diez personas respiran aire contaminado en todo el mundo.
El peligro de la exposición a partículas contaminantes
La mala calidad del aire influye en una mayor aparición de enfermedades cardiovasculares, respiratorias –como la neumonía o el asma- y cáncer, principalmente. Además, las consecuencias de la contaminación son aún mayores en los grupos más vulnerables, como ancianos o niños.
Por tanto, se puede afirmar que la exposición y respiración de las partículas contaminantes presentes en el aire contaminado son la causa de millones de muertes al año. Y, en concreto, del fallecimiento de Ella Kissi Debrah.
Según la justicia inglesa, la niña y su familia vivían en una zona altamente contaminada. Los ingresos en el hospital se relacionaban en el tiempo con picos de contaminación de la zona. Concretamente, de las partículas de dióxido de nitrógeno (NO2), unas de las más contaminantes y dañinas.
Todas estas evidencias llevaron al juez Philip Barlow a reconocer que la contaminación había jugado un papel importante en el fallecimiento de la pequeña. Y aunque es la primera reconocida de forma oficial, hubo millones de fallecimientos que se produjeron con anterioridad. En nuestras manos está contribuir a mejorar la calidad del aire y, con ello, la calidad de vida y la salud de todos.
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